La agrupación argentina, se presentó por primera vez en Baja California.
Después de tanto tiempo de espera, ¡por fin llegó el día!
El Black Box se ilumina una vez más para albergar a muchas de almas deseosas por agitarse un poco, elevar su ritmo cardiaco y sacar el estrés en conjunto con las vibraciones. Es ahí donde se encuentra la cura a la locura urbana, y por una hora, el mundo sólo da vueltas entre reflectores, música y luces de colores. ¡Bandalos Chinos!
Los minutos transcurrían y los murmullos llenaban las paredes del lugar mientras el sudor y calor se elevaban… ¡las luces se apagan! Y en un contra luz, como divinidades, ¡salen! Los argentinos entran al escenario abrazados de gritos y aplausos.
Las melodías comienzan a salir de los instrumentos, las manos, los pies, el cuerpo, la voz se unen en armonía para dar brincos y sacar los fonemas de la melodía; bailan, cantan, se desgarran y sobre el público, la atmósfera cambia.
La masa de personas se convierte en un mar en pleno huracán, con olas picadas, y movimientos violentos entre saltos y golpes: slam. La cerveza vuela, los pisotones se hacen notar y las respiraciones aceleradas están presentes.
La noche sigue y sigue, el tiempo no perdona ni un segundo. Las escenas llenan de información nuestra cabeza y las memorias de los celulares que graban y toman fotos de manos extendidas entre la multitud. La banda nos tiene al límite, estamos a punto de explotar.
La velada transcurre con la habitual energía del grupo que hace bailar y gritar al auditorio. Sin duda lo que la ciudad fronteriza necesitaba después de la pandemia.